Lola Mora, un ángel audaz / Jueves 20 Hs - Función despedida 25 de abril
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Lola Mora. Sus últimos días. La edad, el tiempo, su autopercepción. ¿Por qué está en este lugar? ¿Por qué no la dejan regresar a su faena, cualquiera sea? Poco sabemos de la vida de esta mujer. Otra fuera de tiempo, adelantada. Ocupando espacios vedados por entonces para todo el género. Días finales, hemiplejia. Lluvia. Memoria que vuelve y se apersona en momentos cruciales, en conversaciones esenciales.
Intérpretes: María Marchi, Hugo Cosiansi, Junior Pisanú
Dramaturgia: Carlos Vittorello
Diseño de Vestuario: Susana Zilbervarg ADEA
Diseño de Iluminación: Damián Monzón ADEA
Fotografía: Sofía Montecchiari
Diseño Gráfico: Sofía Seidán
Realización de Vestuario: Sarte: Titi Suárez, Soledad Saez. Nicolás Miranda. Juan Argerich. Mariana Politti Shoes. Laura Klein.
Prensa: Daniel Franco
Asistencia de dirección: Antonella Jaime
Dirección: Leandra Rodríguez
Muy reconocida por su labor dentro del campo del diseño lumínico, Leandra Rodríguez reparte su actividad, desde la década del 90, entre el teatro oficial, comercial y alternativo. Si bien esa labor le posibilita vivir de su trabajo y tomar contacto con múltiples proceso creativas de variada intensidad, hay un campo laboral que ha desarrollado con poca frecuencia, el de la dirección teatral.
Ella se formó en actuación y dirección en la Escuela Metropolitana de Teatro (EMAD) y egresó montando un proyecto ligado al universo de Samuel Beckett. Mientras cursaba trabajaba como boletera en el Teatro de la Campana cuyo operador de luces era Gonzalo Córdova. El creador en algún momento decidió renunciar a su trabajo y Leandra le propuso que le enseñara a operar porque de esa manera dejaba la boletería y tenía la posibilidad de ver los espectáculos que se montaban en la sala.
Y Córdova no solo aceptó la propuesta sino que, además, la instó a realizar un primer diseño lumínico. Se trató de una creación de la coreógrafa y bailarina Mabel Dai Chee Chang que se estrenó en el entonces Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI), en 1994. Con ese primer trabajo ambas se presentaron en Berlín, Hamburgo, Fráncfort, Miami y Nueva York. ?Tengo una crítica en The New York Times que habla de mis luces?, recuerda hoy sentada en el bar de la Galería del Viejo Hotel, ubicada en San Telmo, y donde alquila un pequeño local que utiliza para realizar diferentes investigaciones lumínicas.
Luego, de la mano de Oscar Barney Finn, empezó a trabajar en proyectos comerciales como Eva y Victoria y hasta integró el equipo que, por la misma década participó de la reinauguración del recuperado teatro Sarmiento.
La dirección teatral quedó relegada aunque en algún momento Ciro Zorzoli la conectó con un grupo de ex alumnas con las que montó, en La Carbonera, Que donde, de Samuel Beckett, un proyecto que estuvo varias temporadas en cartel. Volvió a las luces hasta que en 2018 dirigió junto a Virginia Innocenti su unipersonal Traducción de las noches en el Centro Cultural de la Cooperación y ahí decidió que debía retomar una tarea que estaba relegada pero que no tenía intención de abandonar.
?Ese espectáculo me reactivó mi intención de dirigir ?cuenta Leandra Rodríguez? y a partir de ese momento empecé a considerar más conscientemente la posibilidad de dedicarme más tiempo, de cederle espacio en la agenda. Porque el problema es que cuando una profesión te alimenta te copa la agenda. Además de ser placentera y llevarme a los mejores lugares en general también me han tocado obras hermosas para iluminar. Es muy tentadora la iluminación pero conspira un poco contra mi pasión verdadera y cada vez que puedo dirigir lo hago?.
Es así que el próximo domingo, junto a los actores María Marchi, Hugo Cosiansi y Junior Pisanú abrirán la temporada del teatro Payró con la obra Lola Mora, un ángel audaz de Carlos Vittorello, un dramaturgo que comenzó a proyectarse en la escena porteña a mediados de la década del 80 y de quien poco se conoce su última producción. En esta pieza, que escribió durante la pandemia, busca develar algunos de los momentos más significativos en la vida de esta artista plástica nacida en Tucumán en 1866 y cuya obra estuvo por muchos años muy poco protegida y hasta está diseminada en diferentes ciudades del país.
El proyecto le llegó a Leandra Rodríguez a través de María Marchi quien en un comienzo la invitó a realizar el diseño lumínico del espectáculo. Por entonces no se sabía quien iba a dirigirlo. Leandra le dijo a la actriz, ?teneme en cuenta? y es así que terminó involucrándose en el rol que tanto ansiaba.
Lamentablemente hoy no resulta tan sencillo conocer en profundidad la historia de Lola Mora. Sus biografías están agotadas y no es fácil seguir puntualmente el derrotero de esta intensa mujer que comenzó siendo dibujante muy joven, que consiguió una beca del Congreso de la Nación para viajar a Italia y formarse con destacados maestros de pintura y escultura y que descolló también en otras actividades ya no ligadas al arte. Llegó a realizar investigaciones en una mina en Salta con la intención de obtener combustible, participó del proyecto de construcción del hoy conocido Tren de las nubes en Salta, fue autora del proyecto del primer subterráneo de Buenos Aires y participó en el trazado de las calles de San Salvador de Jujuy, entre otras cosas Su fuerte personalidad la llevó a crearse numerosos enemigos pero nunca dejó de desarrollar su labor. Murió en Buenos Aires, en 1936.
Leandra Rodríguez explica que en un comienzo sintió ?pánico? al abordar a este personaje. Y como no lograba dar con una biografía fiel, inició una investigación que la llevó a un libro de Catastro y otro de fotografías que dan cuenta de como era la ciudad de Buenos Aires en la época en que Lola Mora desarrolló su labor artística.
?La obra transcurre en las últimas horas de vida de Lola ?cuenta la creadora?. Creo que un poco basada en esa fábula que no se sabe hasta dónde es real y que cuenta que ella deambulaba, en los últimos días de su existencia, queriendo abrigar a Las Nereidas los días de lluvia o tormenta. Un poco la obra tiene ese color, esa zona del final de Lola. Si nos imaginamos al personaje en esas circunstancias lo que pasa es que sentís que, delante tuyo, se van sucediendo imágenes. La obra nos permite recorrer un par de situaciones de la vida de la artista. Una de ella es cuando se casa. Un momento de amor. Conoce a un joven veinte años menor que ella con el que se va a Italia. Él es quien aporta en la pieza todas las cosas horribles que han dicho de ella y, como contrapartida, hay un personaje que también ella trae en estos momentos finales que es como un par, un amigo, su modisto según el autor, pero básicamente es un colega, es otro diseñador?.
?¿Cómo estaba su salud en esos momentos finales?
?Ella está mal, deteriorada. Está hemipléjica porque tuvo varios accidentes cerebrales. Entonces, aparte del anecdotario propio hay otros conflictos que son los de una señora de su edad, con ese temperamento, con ese historial. Se convirtió en una vieja y antes era desvalorizada porque no atendía un poco a las normas, porque no era hombre, porque encaminaba las cosas como si lo fuera. Y después es olvidada, se borra su identidad de artista. Me hizo acordar a muchas mujeres de mi familia que fueron envejeciendo y se han ido muriendo y han sido personas que en las infancias fueron muy importantes. Pero al final de la vida nadie pone en valor eso que han hecho. Con su deterioro se deteriora todo lo que nos dejan y Lola, al mismo tiempo, dejó una obra monumental que está completamente diseminada y desmembrada porque tallaba grupos escultóricos no esculturas.
?¿Qué cosas de su imaginario te provocan?
?Me alucina pensar cómo ella imaginaba sus productos. Yo hago diseño de luces, dibujo, voy y compro un filtrito. Esta señora imaginaba sobre una piedra del tamaño de una montaña qué sacaba y qué dejaba porque la obra que quedaba, sí o sí, era para que la mires con el cielo de fondo. Una mujer que nació en el norte, por suerte, en la cuna de la cultura, de la educación. Mucho más que la ciudad de Buenos Aires en aquel momento. Por eso ella tiene el impulso de salir a buscar financiamiento porque nace donde nace un poco nuestra historia de arte puro, no europeizado aunque ella después termina viajado a Italia para formarse. Me parece que tiene la fortuna de nacer en esa cuna de tierra roja que es Tucumán y en el centro del país. Tiene muchas dificultades. Queda huérfana de muy joven. Lo que yo leo hoy, con el paso del tiempo, en las biografías, es que ella no se preguntó si podía hacer determinadas cosas. Naturalmente se lanzó hacia ellas. Como la obra va a hablar de todas estas cosas que a ella le pasaron pretendo o me gustaría que sucediera que más allá de que la trataron mal en el teatro ella reciba algo de amor, algo de ternura, algo de lo que no le llegó en su momento.
?Para su época fue una mujer que escapaba a todos los marcos
?Fue una guerrera. Yo a veces me cuestiono sobre mi temperamento que es audaz. Qué injusticia porque si no sos así no llegás, no accedés, no te dan pelota. Tuvo un temperamento tal que le permitió acceder a cosas. Había otras esculturas en la época pero no sé si de ese tamaño de obra. Lo que le pasa a Lola es que más allá de las críticas sociales que recibía por doquier quedó como demodé porque ella entra en el nuevo siglo con una formación del siglo anterior. Imaginate que en ese momento Xul Solar ya estaba produciendo obra. Pero igual ella generó muchas innovaciones en las esculturas también.
?¿En tanto directora te cuesta no involucrarte con el diseño lumínico?
?No encuentro competencia entre una cosa y la otra. Hay espacio para todo. Me encanta que al director le toquen otras miradas y las tenga que incorporar. A veces yo me siento incómoda cuando un director quiere una luz que ya pensó. Me dan ganas de decirle, ?y bueno hacela vos si ya la pensaste. A mí me pasa otra cosa?. Lo tenés que convencer. Tenés que convencerlo de que esto que traés no es de la nada. Lo viste leyendo este texto. Tengo formación y herramientas para crear esos diálogos. Para mí es interesante el intercambio y el choque. ?Sin choque no hay chispa?, dice Mauricio Kartun en Terrenal. Lo interesante es sumar miradas sobre el mismo objeto. Ya en la platea habrá una cantidad de miradas inmanejables. Yo relaciono el diseño con el entorno del objeto que estamos mirando. A Lola Mora la entiendo más porque antes de tener la biografía vi las fotos de Buenos Aires, fui al catastro, tomé contacto con imágenes de la época, comprendí qué estaba pasando históricamente, políticamente. Después llegó el personaje. ¿Por qué necesitaba una biografía?, porque tenía que cotejar cuanto era ficción y cuanto no. Cuando agarrás un texto para dirigirlo desenvolvés cada zona del personaje y la potencias. ¿Hacia dónde en el caso de Lola Mora? Siempre lo vas a tener que potenciar hacia la biografía. Ella nació en 1866, cien años antes que yo. Me di cuenta que dos siglos antes son cinco minutos. No es nada. Vos mirá a tus ancestros para atrás y vivían en la misma época que Lola Mora. Es muy joven nuestro país, nuestra historia artística. Está tan lejos y tan cerca. También el conflicto de género. Nosotros llevamos 20 años luchando más abiertamente, más receptivamente por el entorno. Luchar se luchó siempre pero ahora hay más recepción de esa lucha. Cuando Lola tenía 20 ya estaban las mujeres anarquistas tirando bombas y le pegaron a ella más adelante porque hacia este tipo de obra. ¿A qué clase social se dedica esta obra? A la clase alta. Cuestionarla porque no era una artista popular. Si tallaba mármol de Carrara qué pretendían, ¿que fuera a juntar chatarra? No era Berni. Y todo eso fue ayer.
De larga trayectoria como diseñadora de iluminación, Leandra Rodríguez es, sin embargo, una teatrista integral. No solamente por sus estudios de actuación y puesta en escena, sino también por los roles que asumió trabajando en una sala: pasó de boletera a operadora de luces para luego dedicarse de lleno al diseño lumínico por el cual fue muchas veces premiada. Sin embargo, cada tanto vuelve a la dirección. Este domingo sube a escena en el Teatro Payró su puesta de la obra del santafesino Carlos Vittorello, Lola Mora, un ángel audaz. La interpretación está a cargo de María Marchi, Hugo Cosiansi y Junior Pisanú. El diseño de iluminación y vestuario es de Damián Monzón y Susana Zillbervarg, respectivamente.
La obra de Vittorello pasa revista a la vida de la gran escultora tucumana ?hay quienes afirman que nació en Salta- nacida poco después de promediar el S.XIX. Y aunque la pieza muestra a Lola Mora en la habitación donde va a morir, la cercanía del final potencia la aparición de diversos momentos de su vida. Más allá de sus implicancias poéticas, en esa sucesión surge el perfil de una mujer extraordinaria que defiende sus conquistas en un medio masculino, buscando financiar su monumental obra, muchas veces vilipendiada por su erotismo, como sucedió con la Fuente de las Nereidas, obra de 1903.
Formada en Italia mediante una beca nacional, Lola Mora fue una artista que supo diversificarse: también incursionó en el paisajismo, participó en trabajos de minería y en las obras de tendido de rieles ferroviarios en Salta. Los personajes que rodean a Lola en sus últimos recuerdos evocan el taller que tenía en el Congreso Nacional, cuando las autoridades le armaron allí una habitación donde alojarse mientras cumplia con una variedad de encargos. ?Es la única persona que vivió en el Congreso?, apunta Leandra Rodríguez en la entrevista con Página/12, ?Y aunque ese arreglo se hizo para abaratar costos, hubo quienes se preguntaron con quién estaría acostándose?, concluye.
-¿Por qué dirigís de tanto en tanto?
-Siempre tengo la pulsión de la dirección. Pero hay que ser fuerte para dirigir: si se trabaja en el teatro autogestivo los directores tienen que estar detrás de todo y tomar muchas decisiones. Es el responsable final de toda la cadena de producción que, por más artesanal que sea, es una tarea de carácter industrial, que no puede parar. En esta oportunidad llegamos con total tranquilidad al estreno, algo que no es muy común.
-¿Hay elementos de ficción en esta biografía?
-Hacer una biografía en teatro es muy difícil. Pero finalmente el teatro es ficción. Esta obra describe las últimas horas de Lola Mora, en esa instancia final en que pasan en sucesión los momentos de la propia vida. Ficciona momentos íntimos de Lola con la licencia del propio imaginario sobre su obra y sobre sus fantasmas.
-¿Quiénes son los personajes que la acompañan?
-Los dos personajes que ella invoca y convoca son su marido y un diseñador. Uno es mucho más joven que ella, así que se puede decir que la mira desde abajo, como si la viera a Lola desde un pedestal. El otro, en cambio, es parejo en edad y la puede ver de igual a igual.
-¿Se la verá a Lola Mora en distintas edades?
-En la obra Lola está vieja y enferma. Y desde ese presente ingresa a zonas de su pasado y así recorre el derrotero que emprendió para lograr su cometido en la tierra. Decidí sacar afuera todo lo vivo que hubo en ella y quitarle el dolor que sufrió. Lola Mora fue muy desvalorizada.
-A pesar de eso, consiguió muchísimo para una mujer de su época?
-Si, porque quedó huérfana a los 18 años, estudió en su provincia y luego fue la primera mujer que logra una beca estatal. La usó para seguir estudiando pintura en Italia. Y allí es donde descubre la escultura.
-¿Qué características suyas se reflejan en la obra?
-Lola está viviendo un momento de bordes difusos y se la ve en episodios en los que da cuenta cómo fue tomando con naturalidad todos sus impulsos vitales. Y aunque todo lo logró sola, moviéndose como lo hacía un hombre, los demás la trataron como a una mujer y la relegaron. Además, le rechazaban proyectos que hoy ya están realizados. También se la verá muy arraigada en su región, en su idiosincrasia latinoamericana.
*Lola Mora, un ángel audaz, Teatro Payró (San Martín 766), domingos a las 20 hs.
¡Qué maravilla el teatro, el arte escénico! La posibilidad de crear y recrear todo tipo de mundos. Ser testigos quietos de la travesía escénica, nosotras, nosotros, la audiencia.
Gracias a Lola Mora el 17 de noviembre es el día del escultor y la escultora nacional. Nos conocimos con Maria Marchi hace pocos meses, por haber trabajado juntas: ella como actriz, yo como iluminadora. En esta carrera por la deconstrucción urgente ya se sabe que toda discusión estética es ética, y que el activismo no perdona.
Este material, este texto, esta biografía. Qué interesante y exigente a la vez es abordar una ficción que da cuenta de un personaje real. Desde la profesión escénica me pregunto muchas veces por los bordes, por los límites, por las zonas difusas de contacto entre las cosas. Lola Mora? y el imaginario vuela, estalla, descubre su ignorancia. Sabíamos muy poco de la vida de esta mujer. En busca de su biografía, encontrábamos otras cosas: fotos de Buenos Aires de su época, referencias de arte, de política, de historia nacional y mundial, de movimientos: fue muy interesante ingresar primero a esa idea de entorno que pudimos conformarnos para cuando llegaron las biografías.
Nos sumergimos. Decollage. Habitación sobria e iluminada accidentalmente por espacios, como un rompecabezas. Gran ventanal... Lola mirando hacia afuera, por momentos se dirige a alguien. Llueve. Su cuerpo en el suelo se asemeja a una mancha. Su hablar es ronco y quebrantado. Sus movimientos son torpes y bastante rígidos, a causa de la hemiplejia.
Poco sabemos de la vida de esta mujer. Otra fuera de tiempo, adelantada. Ocupando espacios vedados por entonces para todo el género. Días finales, hemiplejia. Lluvia. Memoria que vuelve y se apersona en momentos cruciales, en conversaciones esenciales.
Para abordar a estos personajes debemos sumergirnos en su época y sus normas de vida. Debemos contemplar, abrir la percepción, ingresar nuestra mirada, que sólo podrá ser contemporánea. La vejez: ¿cuál es el problema? El modo en que desvalorizamos a personas ancianas que tiempo atrás fueron luceros e hicieron grandes innovaciones en el arte (donde le permitían a Lola desarrollarse) o en la minería (donde fue además de pionera, también cercenada y limitada?¿por ser mujer?) Sin autorización para la libertad, ella logró catapultarse hacia su deseo, ¿perdonará su entorno social esta desfachatez? Época de la acción 1907/1936.
Las esculturas de Lola Mora están en Argentina y son parte de su Patrimonio Artístico Nacional. El texto escénico de Carlos Vittorello aborda muchos temas de urgencia nacional: la vejez para el Estado, la vejez en El Arte, la supervivencia del artista en Latinoamérica. El paso del tiempo en la vida política Nacional. La autonomía económica y social del género femenino. Las consecuencias personales derivadas de un Estado que no asume el rol social del arte.
Lola habla y todo lo ausente se materializa en injusticia, lucha que perdura en el tiempo, la de ella y la nuestra, la boca de un personaje escénico es hermosa, mediante la poesía y la acción nos reubica e informa. El texto vuelca imágenes visuales que confirman su derrotero, su deseo y su autopercepción incomprendida, demasiado precoz. Lola no está sola en esta obra, se impone una última misión, la de siempre, trabajar para esculpir, sacar lo que no va, leer el potencial majestuoso de una piedra, y con ella sus fantasmas, sus amores, sus derrotas. Vehiculizar su lucha, su energía dispersada en el injusto desmembramiento de su obra, es la misión que nos imponemos. Conocerla, recorrerla hoy, completar esos tramos de vida que hoy son faltante, oscuridad, huecos. ¿Sabemos quién fue Lola Mora?
Hoy es nuestra puerta para la reflexión.
Leandra Rodríguez / Directora de Lola Mora, un ángel audaz.
La obra de Carlos Vittorello palpita el declive físico y mental de la artista, en una puesta donde la vejez desnuda una problemática invisibilizada.
?No? Ya te lo dijeron. ?No tienes que ir a ningún lado?. `Te quedas quieta´ `Estás vieja`. Una de ellas ha puesto una tarjeta en la cartera por si me pierdo. ¿Yo me perdí alguna vez? No. Jamás. Pero dicen que me puedo perder. Sí? También puedo morirme, casarme, tener diabetes o volverme idiota. Podrían pasar tantas cosas? Intenté hacerlas cambiar de idea. ¡Que entiendan que entiendo! Te cuento que se me secó la lengua. No hay argumento válido. Lo que ellas decretan, dicho está y basta. Te digo que a veces dudo. ¿Y si tanto cuidado es por algo que ya sucedió? ¿Si alguna vez me perdí?? Y si fuese así, parece que no me fue tan mal. Supe cómo regresar. Por algo estoy aquí?, comienza la obra de teatro Lola Mora un ángel audaz, de Carlos Vittorello, con dirección escénica de Leandra Rodríguez. Se puede ver los domingos a las 20, en el Teatro Payró. La actriz María Marchi interpreta a Lola Mora y la acompañan Hugo Cosiansi y Junior Pisanú.
Lola Mora no sólo fue una de las escultoras más trascendentes del siglo XX sino una tenaz investigadora que se metió en el mundo del cine, la arquitectura, el transporte y la minería. Sin embargo, sus últimos días los pasó enferma y en la pobreza. Durante esa etapa de su vida comienza la pieza teatral, mostrando cómo esa mujer cuya vida estuvo guiada por la pasión, el deseo, la curiosidad y el hacer, termina sus días sola en una habitación llena de humedad. Y es ahí donde la memoria vuelve y aparecen conversaciones y momentos esenciales de su vida.
La vejez es uno de los temas que más centralidad tiene en esta puesta de Leandra Rodríguez, una problemática casi invisibilizada, no sólo de la agenda pública, sino de los debates en el propio campo cultural. Qué es la vejez para el Estado, qué pasa con ella en el arte, cuáles son las condiciones de trabajo y de supervivencia del artista en Latinoamérica son los ejes centrales que recorre la pieza.
Durante 85 minutos la puesta transcurre en dos espacios temporales diferentes: la vejez de Lola, sus últimos días hemipléjica, mientras que la lluvia no deja de caer, y su juventud, cuando no paraba de tener proyectos y de ser admirada por hombres y mujeres, grandes y chicos, argentinos y extranjeros.
Dolores Vega Mora tenía 18 años cuando murieron su padre y su madre. ?Lola inicia su práctica de manera disciplinada abocada al dibujo y al retrato, siendo una niña vivaz, alegre, de ojos expresivos? llena de aspiraciones nobles?, agrega que ella ?posee una voluntad rebelde, inquebrantable, pertinaz?, la recordaba su primer maestro de arte, Santiago Falcucci, en 1904.
El 9 de julio de 1893 Lola Mora presentó, ante toda la sociedad tucumana, una colección de veinte retratos de los gobernadores tucumanos desde 1853 hasta esa fecha hechos en carbonilla. El 12 de julio de 1895 se presentó ante la Cámara de Diputados de la Nación y solicitó al Fondo de Becas, creado en Buenos Aires en 1856 por Bartolomé Mitre, ?una subvención para continuar sus estudios en Europa?. Dardo Rocha, fundador de la ciudad de La Plata, firmó su carta de recomendación para presentarse ante el embajador argentino en Roma. Vivió tres años en la ciudad italiana recibiendo un monto mensual del Estado. Durante esos años, toda su obra estaba referida a la Argentina. Cuando llegó el siglo XX y con él, todas las luchas por los derechos de las mujeres, Lola tenía 32 años, era soltera, latinoamericana y se valía por sí misma.
En 1909, Lola se casó con un joven veinte años menor, que conoció durante su estancia en el Congreso de la Nación, donde el Estado la alojó durante la producción de la obra destinada a ese edificio (esta etapa de su vida también es representada en la puesta). En 1932, separada, empezaron sus problemas de salud y motricidad y fue hospedada en la casa de sus sobrinas donde vivió sus últimos años.
Además de la Fuente de las Nereidas (quizás su obra más conocida), Lola hizo el monumento a Alberdi, la estatua de la Libertad, los relieves de la Independencia en la Casa de Tucumán, el monumento a la Bandera y el busto de Sáenz Peña, entre otros. Como urbanista fue autora del proyecto del primer subterráneo de Buenos Aires y de la Galería Subfluvial, proyectó el trazado de calles de la ciudad de San Salvador de Jujuy, pero además, participó de la obra de tendido de rieles de Ferrocarril Trasandino del Norte, Huaytiquina (actual Tren de las Nubes). Lola murió el 6 de junio de 1936 en la casa de sus sobrinas, en Avenida Santa Fe al 3.000.
Lola Mora un ángel audaz. Domingos a las 20 en el Teatro Payró. San Martín 766, CABA